¿el conocimiento o la obediencia?

Por: Miguel A. Linares Castro 

Sin desconocer que la obediencia es fundamental en el diario devenir de la actividad militar, surge una gran duda referente al hecho confirmado que indica, que entre más se adquiera conocimiento (estudio) se empieza a romper la cadena de la obediencia absoluta, lo cual, genera inconformismo por quienes nunca han querido o pocas veces han tenido la oportunidad de tener un estudio diferente a las especializaciones o curso de obligatoriedad para los ascensos en las diferentes fuerzas, sin embargo es más arraigado en el ámbito general de los integrantes del Ejército Nacional, en el cual me voy a enfocar.

Tristemente, se puede evidenciar que a pesar de haber traspasado las puertas del siglo XXI, aún existen en las filas Oficiales y Suboficiales que tienen una mentalidad equivoca de que los militares no deben estudiar, o solo deben enfocarse en conocimientos estrictamente relacionados al ámbito militar, desconociendo el hecho de que otras carreras u otro tipo de estudios podrían fundar únicamente al interior de la Fuerza efectos positivos: ideas trasformadoras que permitan proyección hacia el futuro, mejoramiento de los procesos, impulso a nuevas alternativas, generando buenas ideas que en verdad lo conviertan en un Ejército preparado para el futuro.

Es en este instante, en el cual se debe hacer un ejercicio al interior del Ejército, en donde se determine sí el estudio que se realiza a sus integrantes para los diferentes ascensos por parte de la oficina de personal, están enfocados en determinar las diferentes capacidades de las personas según su conocimiento o simplemente se están dedicando a continuar con el mantenimiento del «Ejército de amores y pasiones»,  el cuál sencillamente, ha logrado que se baje la calidad de la misma institución castrense.

Es de suponerse que con estas afirmaciones realizadas, simplemente se generará un escozor por parte de aquellos que creen que se debe mantener el «Ejército de los gritos» , de los que solo digan «como ordene y cumplida su orden»; pero lamentablemente un verdadero Ejército del futuro, es en donde se tenga en cuenta la opinión de sus integrantes, un Ejército que permita el ingreso de transformaciones y no hablo simplemente de transformar doctrina, como lo hacen en el Centro de Doctrina de una manera comprometida, con personal capaz y con mucho conocimiento, sino, con capacidades para transformar la institución, transformar las mentes de sus 400.000 integrantes, y con esto, cambiando el imaginario de la población colombiana, que simplemente tiene en sus mentes que « el militar no piensa y solo cumple órdenes» .

Los que no estén muy de acuerdo con mi argumentación anterior, los insto a revisar los más de 3000 casos de ejecuciones extrajudiciales, en las cuales se puede evidenciar que la obediencia debida, lo único que ocasionó fueron fracasos y estragos para nuestra amada institución; que interesante sería hacer el ejercicio de pensar, qué hubiese ocurrido si cada uno de los inmersos en aquellos casos, simplemente hubiesen sido formados con la mentalidad de que lo primero no era simplemente obedecer sino, por el contrario, tener la capacidad de determinar si lo debía hacer o no, analizando el beneficio institucional antes que el personal.

Pensaran, ¿y que tiene que ver lo uno con lo otro?, simplemente para finalizar se darán cuenta que la respuesta es más sencilla de lo que parece, y la intención no es sustentar que la persona que tenga oportunidades de estudiar es desobediente, simplemente que quien adquiere más conocimientos tendrá una capacidad de discernir diferente, y no simplemente la cabeza llena de milicias y místicas de « Ejércitos de Antares» , que ya no aplican para el momento histórico que estamos viviendo. Para tal efecto, se puede concluir con la siguiente fórmula: educación=obediencia (dentro de los parámetros de la norma), ósea, que relativamente las dos tienen el misma valor pero una de éstas dará más soporte y fortaleza para mantener la institución para siempre, mientras que la otra solo dejará una huella negativa de un «buen Ejército que alguna vez existió».