Del honor a la deshonra

19.06.2020
PARQUE EN HONOR DE LAS FUERZAS MILITARES COLOMBIANAS QUE PARTICIPARON EN LA GUERRA DE COREA
PARQUE EN HONOR DE LAS FUERZAS MILITARES COLOMBIANAS QUE PARTICIPARON EN LA GUERRA DE COREA

Por: Luis A. Vanegas Espinosa

Sin duda, desde 1814 cuando el prócer de la independencia Francisco José Caldas, conocido por el pueblo colombiano como «El sabio Caldas», vislumbraba la responsabilidad que recae en quienes llegaran a ser los líderes de un ejército, veía que en él estaría como en ningún otro, mantener la cohesión, la sensata doctrina y la majestuosidad que se proyectaría en el tiempo a través de los siglos para que se actuara sabia y prudentemente ante toda amenaza que llegase a surgir en la naciente democracia neogranadina. Esto quedó evidenciado cuando promulgó su discurso frente al primer curso del cuerpo de ingenieros de la república de Antioquia: «La unión del ingeniero en si misma es inmensa: abraza todos los ramos de la guerra, parece que se detiene con preferencia en lo más sublime: su objeto es poner al enemigo obstáculos invencibles para superarlo, aterrarlo y vencerlo, pero al mismo tiempo defender la patria, derramar consuelo y seguridad en el corazón de los conciudadanos».

Muy clara la concepción que desde aquel tiempo se hacía desde lo más profundo del corazón un patriota a un grupo de jóvenes que aspiraban asumir la responsabilidad y el liderazgo para la carrera más sublime «la carrera de las armas»; hoy esas palabras siguen teniendo eco en las aulas de las escuelas de formación del Ejército Nacional, pues es allí donde todo alumno al ingresar como Oficial o Suboficial, tienen la premisa de la esperanza para esta gran república.

Se reclama hoy la carrera de las armas como la carrera del honor y de las virtudes, y aunque es urgente seguir formando soldados con valor y arrojo, sin duda es necesario, pero no menos importante es que la lideren hombres revestidos de honor, sin un manto de duda, y sin tacha.

Al citar al sabio Caldas:  «Vosotros estáis destinados a actuar contra el enemigo sanguinario quien sea que quiera subyugarnos, vuestro genio va a tener el honor de trazar los planes que deban dar vida y seguridad a vuestra patria ». Pareciera que algunos miembros de la institución desconocieran y no honraran esta premisa histórica, ni la trascendencia que ésta ha de tener para quien decidió abrazar la vida militar, en especial aquellos en los que recae el abrumador reto de liderar el Ejército colombiano (los Generales y Coroneles de la república).

Estas palabras están llenas de un profundo sentimiento, de verdadero amor patrio y cuyo propósito era infundir y animar a aquellos hombres que debían llevar las riendas de un ejército naciente, destinado a proyectar un cumulo de sacrificios, gestas heroicas y glorias que hasta el día de hoy siguen teniendo gran relevancia en el altruismo que debe imperar en lo más profundo del corazón de un soldado y, mucho más si éste soldado ocupa una alta posición de jerarquía dentro de la institución.

Lastimosamente, durante los últimos años esa historia de compromiso y entrega, se ha visto empañada por una serie de escandalosos eventos provocados por algunos miembros del ejército, quienes han deshonrado ese sagrado uniforme símbolo de nobleza e hidalguía. Quizás las ansias desenfrenadas de poder, la avaricia propia de seres humanos carentes de carácter y respeto, o la fe ciega e infundada en un mal liderazgo, propiciaron que un puñado de hombres empañaran el sublime trasegar de entrega, arrojo y sacrificio que día tras día realizan hombres y mujeres llenos de verdadero honor, grandeza y con un firme compromiso con la patria.

La capacidad de discernir en los Oficiales y Suboficiales está alentada por el mejoramiento diario promovido desde las aulas en las escuelas de formación por medio de la búsqueda permanente de estrategias para la excelencia a través de los años, mediante procesos minuciosos de selección de quienes han de integrar las filas del ejército, la experiencia, el arduo entrenamiento, la formación colmada de arraigos y valores que lleva a escalar los diferentes grados, da como recompensa un verdadero liderazgo militar, logrando alcanzar las más altas dignidades, y diciéndose entonces que la alcanzaron los mejores.

Es vergonzoso ver hoy como actos de corrupción están generando una verdadera crisis institucional, no solo al interior de la fuerza sino, en la imagen que se irradia hacia el pueblo colombiano, al que se le debe el mayor de los compromisos y no la consecuencia de continuos escándalos donde se han encontrado vinculados distinguidos Generales, de los que se creía reunían los más altos estándares de: profesionalismo, liderazgo, altruismo, hidalguía, honradez y ética, por enumerar algunos de los valores y virtudes morales para dirigir la institución más preciada por los colombianos.

No menos relevante, son las acciones de estos altos oficiales que, valiéndose de su posición y jerarquía, abusan de ese poder encomendado por la república, omitiendo la responsabilidad que les atañe por razón del grado, cargo y del compromiso adquirido con la sociedad a la que juraron proteger. Sacar provecho personal de una serie de situaciones que rayan en lo penal, constituye la más grave de las ofensas, no solo contra el honor militar; sino, que desdibujan el verdadero valor del carácter, la fe, la disciplina, la entrega, el heroísmo y el sacrificio que muchos hombres y mujeres de ese glorioso ejercito han hecho, ofrendando incluso hasta su vida por una Patria que ha sufrido la arremetida constante y miserable de grupos violentos que solo han buscado debilitar la democracia de la Nación.

Sortear con éxito esta encrucijada de dificultades a las que se enfrenta hoy el Ejército Nacional, demanda de verdaderos líderes con una alta calidad espiritual y moral, que conozcan del carácter y del temor a Dios, líderes aguerridos que posean altos estándares de integridad, seriedad, profesionalismo y equilibrio, con gran capacidad de análisis y discernimiento, y no solo estar entrenados para el mando, sino realmente reentrenados para dirigir las unidades en el campo de batalla requiriendo actuar sobre otro enemigo aún más silencioso que llega a pasos agigantados y ataca todos los niveles del mando, incluso a los soldados rasos de forma preocupante y desestabilizadora, ese enemigo llamado: corrupción.

Tal vez, se veía venir desde hace algunos años y se pretendía que solo con efímeros controles se mitigaría y se lograría contrarrestar este tenebroso y agresivo mal, y que solo atacaría los escalones más bajos del mando, pero la verdad es muy diferente. Fueron algunos de los oficiales de los altos grados los que se permearon y han generado una serie de bochornosos escándalos de corrupción que implican el más aberrante atentado en siglos de historia llenos de gloria y honor para la institución.

Lamentablemente otro mal que se ha permitido, es estar a merced de los políticos de turno haciendo que se pierda el verdadero horizonte del militar, enlodando de la manera más vil y pretendiendo que bajo la disculpa de las relaciones institucionales, éstos puedan menoscabar la integridad institucional por agradar bajo los réditos políticos a quienes en un futuro, quizás desde el congreso y aparentemente con inocentes favores, beneficiarán las aspiraciones del oficial permitiendo que se manosee la institucionalidad al antojo miserable de la política.

Hoy, vemos oficiales envueltos en graves hechos que van desde la corrupción, desviación de dineros públicos, manipulación de recursos, tráfico de influencias, alianzas con entramados ilegales e inclusive mal ejemplo de desorden familiar por solo enumerar algunas conductas graves y que se deben repudiar. Todo esto hace que se deje de tapar el sol con un dedo y más bien se proceda sin el mayor temor a meter ese dedo en la llaga, para lograr recuperar ese papel protagónico al interior del ejército y con un verdadero liderazgo; no el del grito y la fanfarronería, el de pretender creer que todos los soldados son iguales por razón de estar en filas, no, ese liderazgo está mandado a recoger, se requiere ir mucho más allá, hay que llegar al soldado, a ese de a pie, a sus verdaderas necesidades, y no me refiero al equipamiento militar y logístico, me refiero a ésa acción diaria que muchas veces se pasa por alto, a ésa en la que se debe realmente preparar desde el comandante de escuadra, hasta el comandante de un batallón.

Los líderes que requiere hoy el glorioso Ejército de Colombia, deberán asumir un papel protagónico hacia esos hombres y mujeres bajo su sagrado mando, que hoy ya no esperan que los guíen hacia el éxito en el campo de batalla, sino que esperan que ese líder deje una huella en el espacio y el tiempo, que les devuelva el lugar histórico y glorioso de ese ejército patriota: al de Bolívar, Santander, Nariño, del sabio Caldas y de tantos otros, que aún hoy buscan llevar a esta Nación a un verdadero puerto seguro.

Estos nuevos líderes deben tener un alto compromiso que requerirá del carácter para superar todas las dificultades, los incesantes actos de corrupción, la falta de profesionalismo, de ética y los altos niveles de mediocridad en que algunos se sienten más cómodos, que con las premisas de compromiso y honradez hacia Colombia y el ejército a la que le deben toda la lealtad. Líderes que a pesar del temor se atrevan a denunciar las acciones al margen de la ley, las indelicadezas o de corrupción de superiores o subalternos, evitando sumarse a la complicidad y la omisión haciéndose participes de delitos.

Así mismo, el actuar de algunos altos oficiales sin ejemplo en la actualidad ha permitido que se pase del honor a la deshonra, pero el caos y el desprestigio generado por unos pocos pareciera haber salido de la peor de las cloacas y sumergido en la vergüenza; está siendo capitalizado por aquellos que solo buscan resquebrajar la moral al interior de cada hombre y mujer que integran las filas del ejército, y esto no se puede aceptar.

Señores Generales: recuerden que jamás se podrá negociar la rectitud, la tarea encomendada por la nación debe estar en cabeza de aquellos de corazón recto y que estén preparados para asumir este reto con eficiencia y eficacia, pero por sobre todo con prudencia, ésa que se requiere para actuar con sabiduría ante los problemas más delicados y no con arrogancia y despotismo.

Es evidente, que existe la profunda necesidad de afrontar esta crisis institucional en forma despiadada y descarnada desde el horizonte del respeto por la más sublime de las instituciones  «El Ejército Nacional de Colombia»; pues se está actuando de manera inmisericorde y sin contemplación desde diferentes sectores para atacar la cohesión, la hermandad y la fraternidad de los miembros del ejército, se está sometiendo al escarnio público una institución que lo ha dado todo y lo seguirá dando por los ciudadanos de este país.

Cuanto remordimiento y desprestigio se ha generado por culpa de aquellos que tenían la obligación de salvaguardar la verdad inmaculada de la honestidad, sin embargo, estas nuevas generaciones deberán impactar con un liderazgo a toda prueba, el ejemplo será la luz que oriente el actuar de cada uno de los hombres y mujeres, se han de sentir orgullosos de sus líderes, su pasión por la carrera de las armas serán su mayor virtud, pues ella encierra todo lo que reza la oración patria. Se ha de honrar la palabra de un militar y no su vanidad y su egocentrismo.

Tienen ustedes señores Generales sobre sus hombros el compromiso histórico para con los ciudadanos colombianos, de no volver a permitir que acción alguna de un miembro del ejército empañe la hidalguía soberana y la majestad de la institución, el fervor y el amor patrio que crecen en razón al grado y autoridad que entrega la Nación; cuanto más delicada y difícil sea la responsabilidad más infatigable y mayor dedicación demandará la obligación del cargo.

Quizás sea oportuno una revisión a la ley N° 1862 del 4 de agosto de 2017, «por las cual se establecen las normas de conducta del militar colombiano y se expide el código disciplinario militar», es allí donde hace falta mayor severidad, quizás sería oportuno pensar que degradar a un oficial o un suboficial ante faltas tan graves sea una oportunidad, quizás la constitución política deba incluir un artículo que permita que en todo tiempo al oficial o suboficial que mancille el honor militar por la razón que sea, pierda sus grados antes de ser retirado y afecte su salario (quizás esos tipos de escarmientos sean necesarios).

Recomponer el prestigio y el honor serán los retos más grande que han de afrontar en sus carreras, deberán hacerlo por aquellos que a lo largo de más de 200 años se sacrificaron en aras de la libertad y la grandeza de Colombia; recuerden que:  «el soldado sin celo es una maza pesada que no se mueve sino a golpes como las aguas sin declive, que no corren , que se estancan, que se descomponen, que se corrompen, que lejos de servir al uso de la vida , envenenan al desgraciado que la bebe y desgraciado el estado que confía el mando de sus fuerzas y todo lo que conlleva a un General que carece de virtudes de grandeza y de moral; el pagara caramente su imprudencia, el será el responsable de ver relajarse el orden, perder la disciplina, el vera que la cobardía , la pereza , el ocio, la voluptuosidad , el juego , la embriaguez y todo vicio se apodere con rapidez de llama de la gloria del ejército» .

Si en verdad ustedes aman la carrera de las armas, entenderán que mancillar el honor de toda una fuerza no tiene perdón, que hay hechos que rayan en la traición a la patria y que por ocultar la salida de un alto oficial y hacer que pida el retiro no deja de ser una grave traición, pues hicieron un juramento y aquellos que facilitaron esa salida honorable son cómplices y carentes de vergüenza y de respeto por la institución, sus hombres y el país. Es hora que la traición a la patria de parte de un militar sea juzgada y condenada severamente por la Nación.

No crean que por haber llegado a este alto grado y este gran honor son inmunes a corromperse, todo lo contrario, están más expuestos, caerán con más fuerza ante la justicia divina y la de los hombres, recuerden que siempre están siendo observados por todos sus subalternos y su mal ejemplo será juzgado implacablemente.

Por todo lo anterior, reitero que siempre será edificante ver grandiosos Generales liderando y dirigiendo el ejército de los colombianos, aprender de ellos, de su rectitud, de su gestión de su ejemplo, de su nobleza de corazón, de sus virtudes, de sus principios y de sus acciones con una clara visión de futuro; pues éstos serán imitados por sus oficiales , suboficiales y soldados; ellos serán reflejo de su disciplina, de su motivación y coraje. Ustedes les heredarán lo mejor de un verdadero soldado a las futuras generaciones: «El honor», que su grandeza moral esté siempre soportada en su infinita fe en Dios todopoderoso, para que de nuevo se pueda gritar con orgullo el lema: «PATRIA, HONOR, LEALTAD» y si debiesen entregar sus vidas, ¡serán los más orgullosos guerreros!. 

En conclusión, consolidar el verdadero liderazgo será el reto que le depara a una cúpula militar cuestionada por culpa de unos pocos, ahora la verdadera estrategia deberá ser puesta a prueba. Sobreponerse a una caída de ésta envergadura en medio de una crisis mundial será el gran desafío por la dignidad de mi glorioso Ejército de Colombia.

«El verdadero líder se humilla delante de Dios y le ruega para que dirija sus pasos, pues sabe que, si acata sus enseñanzas, prosperará; pero si las ignora y menosprecia fracasará» 

Oscar Rojas - CP-CPM
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