La Patria Boba

17.03.2021

Colombia lamentará la abulia de su pueblo frente a los hechos nefastos para su historia en el siglo XXI, justificados entre otros por la permisividad de la falsa paz. 

Por: Oscar Rojas @oscarojas.v.ejc

La inestabilidad política y social, las guerras regionales y civiles, las divisiones, los conflictos internos y el desorden institucional que se vivió de 1810 a 1816 como eventos posteriores al grito de independencia en la naciente Nación, nada dista de la actualidad del siglo XXI, en donde una manoseada e irrespetada Colombia pierde su significado como patria y se convierte en la pelandusca del mejor postor, que con intereses personales, sectoriales y gremiales solo buscan su desestabilización para gobernar en un periodo de anarquía; mientras el pueblo ve como se corrompe el significado de patriotismo y nacionalismo en las nuevas generaciones, preparando una prospectiva sin democracia ni justicia, manchando el ya olvidado lema del escudo de Colombia  «libertad y orden».

Con la falsa paz apoyada por alias «Judas» y amparados con un discutido o comprado Nobel de paz, se podría justificar toda la decadencia que vive el país hoy en día, pero más que justificar, se puede señalar ese desafortunado evento como el detonante del incremento de las desgracias colombianas con casi una década de antigüedad, basado en el funesto gobierno de los años 2010 a 2018.

Narcoterroristas con su propia justicia especial para la paz (JEP), que no es otra cosa que una catastrófica autoridad ilegítima nombrada por un gobierno símil, ejerciendo un derecho de rebelión que no es reconocido ni otorgado por la sociedad para su representación, sino impuesto para derrocar la legitimidad y la justicia a favor de una supuesta y detestable revolución.

De igual manera, la falta de gobernabilidad y la permisividad del Estado en diversas situaciones, llevaron a la sociedad al caos actual, en donde se podría nombrar algunos (solo algunos) descarríos como: la iglesia burlando la justicia para encubrir violadores y pederastas, su contraparte llenándose los bolsillos con supuestos diezmos a través de falsas palabras; la educación en manos de comunistas agremiados que utilizan en su sigla la palabra educadores; la descontrolada pero planeada inmigración, mandos militares y de policía entre los más corruptos de la historia así como la relevancia de su papel cardinal en la perdida de la institucionalidad, los olvidados valores familiares, el injustificado y catastrófico      «feminismo radical»; violadores, asesinos y terroristas en el Congreso de la Republica (con brazo armado a nivel continental); territorios protegidos por el Estado para que «supuestos indígenas» se aprovechen de su inexplicable condición, para cultivar el principal combustible de violencia del país; los ricos utilizando la emergencia sanitaria para hacerse más ricos y que los pobres lleguen a ser miserables; el olvido de la ética en todas las actuaciones así como los mismos políticos deshonestos elegidos y aferrados al poder gobierno tras gobierno, etc.

Triste realidad de la Nación, pero aún más triste, la indiferencia del pueblo colombiano frente a todos éstos hechos que solo encaminan a Colombia hacia un futuro desventurado, no sólo para las generaciones actuales, sino también para las generaciones venideras; ya que es igual de culpable quien hace un mal como quien deja que se haga.

Se podría pensar que entre los principales problemas del pueblo colombiano están: la falta de memoria a la hora de elegir sus dirigentes y la desunión como comunidad social para hacer respetar su territorio.

Basta con recordar el referendo entre el «sí» y el «no» que se robó Santos, pasando por encima del pueblo colombiano, que al final sumisamente aceptó lo que se tramó en la Habana - Cuba y que arbitrariamente fue impuesto para perdición de la sociedad colombiana. Lo anterior, sin mencionar la fraudulenta reelección de 2014.

Sin embargo, los pueblos tienen los gobiernos que se merecen; por lo cual el futuro de una Nación no solo depende de los gobernantes, sino también de sus electores que con esa gran permisibilidad hacen de Colombia nuevamente, una patria boba al acomodo de los títeres de turno que sirven a determinados gremios, sectores y partidos políticos con intereses personales.

Los colombianos nos hemos convertido en un aciago de sociedad, donde solo falta que el dictador de Venezuela (el capocho de Maduro) resulte ser nacido en el país y que el próximo presidente de Colombia sea un hampón que utiliza como lema de campaña la humanidad de la Nación. 

Oscar Rojas - CP-CPM
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